miércoles, 18 de febrero de 2009

Matar el Tiempo

Trabajaba en el microcentro. Nunca encontraba lugar para estacionar. Visitaba cuatro o cinco clientes por día. La mayoría de las veces no tenía opción y estacionaba en lugares prohibidos. Pero todo cerraba perfectamente: lo que sacaba en sus visitas le alcanzaba justito justito para pagar las multas de estacionamiento. Ni un peso más, ni un peso menos.

2 comentarios:

Gusty dijo...

y la nafta?

Anónimo dijo...

ahora lo cagaste. él pensó que tenía un auto mágico.