No seas Botón

Tengo una camisa blanca que ya me pasó en edad. Es tan buena que al fabricante (Perfecta Lew) deberían darle un premio. Aunque si lo pensamos, seguro que ya se fundió, porque si uno renueva las camisas cada 15 años, no creo que esté vendiendo mucho. En fin.
La cosa con esa camisa estupenda es que en uno de los puños se me ha salido un botón. Pensemos mientras tanto (alargando el suspenso) por qué le decimos puños si apenas llegan a las muñecas. Quizá porque decirle muñecas a una camisa de hombre queda medio gay. Usted sabrá.
Entonces me pongo esa camisa. Veo que le falta el botón. Puteo un poco. Pero me da fiaca sacármela, y además me encanta esa camisa. ¿Ya lo había dicho? Voy al grano y me arremango. De todas formas, pienso, a eso de las 10 de la mañana siempre termino arremangándome. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio.
Empieza el día. A eso de las 10 de la mañana me siento aliviado porque hay una tarea que no tuve que hacer. No soy capaz de darme cuenta cuál es, pero sonrío feliz como cuando las cosas se arreglan solas.
Pasamos todo el día normalmente. Llega la noche, llego a casa, me saco la perfecta lew (voy a googlear luego de terminar este post para ver si tienen sitio de internet) y robótica y automáticamente la pongo a lavar. Del botón faltante, ni recuerdos me quedan. No puedo estar en todo. La camisa hace su ciclo natural de pasar por todas las estaciones junto con las medias y los shortcitos, y finalmente vuelve al placard intacta, blanca y reluciente (planchada no, eso sí que no; las perfecta lew son tan buenas que no hace falta plancharlas).
Y al tiempo, cuando me place estar impecable de nuevo, vuelvo a elegirla para vestirme, descubro que le falta el botón, y se repite el post una y otra vez.