martes, 29 de abril de 2014

El Guiño al Pasado

Bueno, creo que esto ya se puede contar.

Sabrán que yo crecí en Ramos. Esa insignia hermosa que llevo en mi corazón tatuado con recuerdos imborrables. La mitad de mi familia materna vivía por ahí, a un par de cuadras. La otra mitad en el Once. Para las fiestas nos juntábamos. Una de las cosas que más extraño en la vida. Esas reuniones que a medida que iba creciendo la familia nos iba apretando más y más en el comedor de Tía Mati. Y cuanto más apretados, más lindo era.

El viaje a la capital para las fiestas, en el falcon de mi viejo, era como una travesía para mí. No se cuánto tardábamos pero para mí el viaje era una salida en sí mismo.

Cierta vez, viajando en el medio del asiento de atrás, sin cinturón de seguridad, claro, como era en esos tiempos, iba agarradito de las dos butacas de adelante (así lo recuerdo, aunque quizás había asiento entero delantero como en ciertos autos setentosos) paradito mirando el camino. Tendría unos... cinco años o seis. No más.

Creo que íbamos por Ecuador y llegando a Sarmiento (los detalles reales no los recuerdo con claridad; pudo haber sido Juan Jaures (sic) llegando a Valentín Gómez) y de repente digo en voz alta:

- Ahora hay que doblar a la derecha.

Mi vieja se puso toda contenta y babosa de su hijo haciéndome las mil fiestas y dijo:

- ¡Qué divino! ¡Se sabe el camino a la casa de la tía!

Yo sonreí. En esa época parece que sabía recibir elogios sin tirarme mierda encima como ahora.

Sin embargo, la verdad fue otra. Yo supe en ese momento que había que doblar porque el guiño del Falcon, con su gigantesco relay sonando con su TIC TIC TIC TIC y encendiendo alternativamente la flechita verde hacia la derecha en el tablero me lo indicaba. Es cierto que había mérito en lo que decía: ¡había descubierto qué era ese ruidito, y qué significaba! Era como predecir el futuro: escuchabas el ruidito, mirabas la luz, y sabías que tu viejo iba a doblar, ¡y encima sabías para qué lado! Era un descubrimiento genial!

Y viste cómo es... en general los chicos descubren el mundo unos 30 años después que los demás que lo rodean. En especial si sos el más chico de la familia. Es muy común que cuando venís con algo del tipo "Papi, viste que todos jugadores de Almirante que tienen números más grandes en realidad son los que no juegan de titulares!?" te miren con una mezcla de "si, qué tierno" y "chocolate por la noticia" que se les escapa un poco. Si en ese momento le empezaba a explicar a mi vieja que no tenía ni idea de la calle por la que íbamos y mucho menos hacia la cual íbamos a doblar, no solo le pinchaba el globo (Pedrito dixit) sino que lo iba a reemplazar por una explicación técnica probablemente más pelotuda, relacionada con algo del auto, menos sentimental que saber dónde vive tu tía en Once, de noche, siendo un pueblerino de Ramos Mejía, a los cinco años y medio. Entonces no dije nada. Y bueno... hasta hoy era un secreto bien guardado. Pelotudo pero secreto. No hay muchos secretos guardados por tantas décadas eh! No menosprecien.

No se si desde el más allá estarán leyendo esto mis padres. Andá a saber si ya inventaron eso. Seguro que a esta altura se reirán. Mirá si se van a enojar. Al pedo!
Mi vieja dirá su clásico "sos loco eh! mirá de lo que te acordás ahora!" y todos felices.
Bueno, casi.

2 comentarios:

Zorro Viejo dijo...

¿de que color era el falcon?

Josi dijo...

mejor ni preguntes.

el último que preguntó dejó a su banda sin cantante