viernes, 25 de octubre de 2019

Karma: la versión ganchera de Dios

Hablando de Dios. Con el tiempo El Barba se dio cuenta de que la ciencia y todo eso lo venían tirando abajo. Que hacían falta pruebas más fehacientes de su existencia porque la gente estaba dejando de ser creyente. Y así como para los católicos inventó a Jesús, para los musulmanes a la Jihad... ah no... pará...a Mahoma, para algunos de nosotros abrió algo así como una caja rápida en el súper: el Karma. El que se encarga de mantener a los más escépticos dentro del rebaño de los creyentes en una fuerza sobrenatural, pero con algo menos místico y más tangible que el mismísimo Dios. Algo que además, es mucho más fácil de entender. Es como la diferencia entre las letras de Spinetta y las de 2 Minutos. Con El Karma, por ejemplo, devolvés una billetera que encontraste por la calle y después te ganás el Loto, o dejás el asiento a una persona mayor y después tus vecinos te regalan una reposera. Eso lo entiende cualquiera y sin ayuda. Porque Dios... andá a entender el Holocausto... andá a entender el clima de Londres. ¡Te la regalo! El Karma es dinámico, instantáneo muchas veces, y temático lo más posible. Sabés que si hacés algo bueno, algo bueno te va a pasar. Sabés que se cagás a alguien, es cuestión de tiempo (y no mucho tiempo) hasta que te cague algo a vos, y a veces con más fuerza. Si va alguien que tira una cáscara de banana en la calle y a los 10 minutos pisa caca de perro y le decís "¡Karma!", está mucho mejor visto que decirle (como en mi infancia) "¡Dios te castigó!".
Llegamos (siempre las introducciones son un poco largas, sabrán comprender) a esta mañana. Voy al super #1, meto la monedita de 5 shekel (serían 85 pesos argentinos al día de hoy.... o 450 el lunes :P) y saco un chango. Compro, pago, salgo. Aunque había algo que no tenían. Dejo todo en el baúl y me voy con el mismo chango al super #2 que queda al lado. Imaginate un Carrefour al lado de un Wall Mart. Están al lado pero tenés que caminar unos 200 metros. Voy a entrar al Super #2 y el de la entrada me frena y me dice que no puedo entrar con carritos de otro súper. Le pregunto qué puede molestarles. Me dice que son las reglas. Le explico que ahora tengo que volver los 200 metros para devolver ese chango, recuperar mi moneda y volver a caminar todo para recién ahí empezar a buscar un chango (viernes a la mañana!). Me hace así con los hombros. Lo amenazo que no vuelvo y que pierden una compra. Me vuelve a hacer así con los hombros. Pensé "que se jodan" pero en realidad necesitaba lo que me faltó comprar así que hice lo que dije que no iba a hacer, fui y volví. Por suerte encontré un carro del súper #2 tirado por ahí, al que no hubo que ponerle moneda. Entonces mi venganza ya se estaba pergeñando en mi cabeza.
Compré, salí y fui hasta mi auto (que estaba al lado del súper #1, es decir, lejos). Mientras iba, pensaba en que ni en pedo iba a volver a dejar el carrito en el estacionamiento del súper #2. Se lo merecen! Pero yo soy de esos que le suele decir a los que lo dejan tirado que qué le cuesta dejarlo en su lugar para que no molesten en el estacionamiento etc etc... y pienso en el Karma, que si lo dejo tirado se me vuelve en contra. Entonces miro hacia arriba (Karma también tiene las oficinas arriba) y digo "¡pero esto es el Karma de ellos! ellos me hicieron caminar, entonces ahora que caminen ellos, que vengan a buscar el carrito! ¡te estoy ahorrando el trabajo, míster!". Pero bueno... Karma es más amistoso pero no a tal punto que te va a contestar así nomás, y menos un viernes a la mañana, con tanto israelí peleándose en la cola del súper. Sin embargo, mi espíritu justiciero pudo más que mi miedo al Karma y me la jugué. No lo devolví a su lugar. Aunque sin embargo, dije que no iba a hacer pagar a justos por pecadores, y no lo dejé tirado en el estacionamiento del Súper #1, porque le iba a molestar a alguien que nada tenía que ver con este asunto. Y eso sí que iba a enfurecer a Karma. Así que hice un pequeño "willy" para hacer subir el chango a una veredita que hay al lado del estacionamiento. Al hacerlo, y teniendo en cuenta que las rueditas no son de goma blanda como la bici sino duras como piedra, el chango se retobó y se fué para un costado mientras yo empujaba fuerte, chocó con el cordón, se torció y volvió para atrás... y cuestión, me atropellé a mí mismo. Y hasta sangre me sacó. Y ahora estoy tranquilo. Ya me había imaginado que las botellas se iban a caer al llegar a casa e iba a tener que salir de nuevo, o que me había olvidado la tarjeta de crédito en el súper, o que las mandarinas iban a estar agrias. Pero no. fue sólo un golpe. Y ya está. Creo que es un precio justo por lo que hice, y ellos van a tener que caminar lo mismo que yo si quieren recuperar su chango poseído. Karma. Cumple más que cualquier político. Tratalo bien y así te va a tratar. Hacete el loco...y ya vas a ver.Shabat Shalom!


martes, 1 de octubre de 2019

Dios Existe

Es en estos hechos en los que confirmo que Dios existe.
A esta altura puedo decir con seguridad que todos van a entender de lo que hablo, porque quién más quién menos, todos vamos a cagar cada tanto.Cuando uno se limpia, si bien es cierto que conozco gente que hace bollitos de papel higiénico y se limpia como si tuviese una ramo de rosas en la mano, en general lo que todos hacemos es sacar una tira de unos 40 cm de papel, la doblamos por la mitad y llevando la mano hábil por detrás de nuestra espalda, realizamos un movimiento ascendente desde el centro del culo hacia la zona de la espalda, ejerciendo cierta presión con el dedo del medio -generalmente- que también puede incluir algún tipo de revoltillo previo a la subida si es que notamos que el enchastre es importante. La operación se puede repetir dos o más veces (no conozco a nadie que lo haga una sola vez y esté completamente seguro de que se limpió bien), tomando la precaución de mirar lo que uno saca, con varios objetivos: el primero es ver si hay gusanitos, costumbre que nos quedó de la infancia. El segundo es ver si ya está quedando limpio o hay que seguir dándole un poco. Y el tercero es morbo puro. Hay quienes huelen, pero no voy a dar nombres porque me pidieron discreción. Una vez que uno vé que ya quedó limpio, se sube los pantalones o lo que tenga, tira la cadena, desodorante de ambiente, prende algún que otro fósforo en caso de hecatombe, se lava las manos si hay algún compañero de trabajo mirando y se va. Pero hay casos en los que en una de las pasadas de papel, al mirar, no queda "del todo" limpio, entonces uno, que no anda ahorrando en chiquiteces, dice "má sí, limpio otra pasada más!", dobla el papel al medio, y repite el movimiento ascendente ya descripto. La diferencia es que en esta vez, uno ya tiene la seguridad de que va a estar limpio. Si hasta bien podría no haber hecho esa última pasada porque ya estaba "casi" limpio y a veces, se sabe, si uno exagera en las pasadas, termina paspándose y ahí nomás entra el hipoglós y bueno... pero ese es otro tema. No nos desviemos. Entonces, esa última pasada, cuando llega hasta el final de la zona de raya, no hace falta mirarlo, y simplemente uno abre los dedos y lo deja caer en el inodoro.Y aquí aparece Dios. Porque el peligro tremendo de este movimiento es que a veces, dependiendo del tipo de ropa que tenemos puesta, el papel queda enganchado en algún doblez del pantalón, o en el cinturón aflojado que forma involuntarios rulos, o en la camisa abuchonada en la cintura. Y al pararse, el papel se queda con uno, a suerte y verdad y sin que nos demos cuenta, lo llevamos en la espalda como esos cartelitos de "pegue aquí" de los años 70 cuando el bullying no se hacía con un celular.Hete aquí que el otro día pasé por todo este proceso que me vi en obligación de detallarles aquí, porque de otra forma sería irresponsable y hasta ingenuo de mi parte pensar en que con decirles "Dios existe" les sea suficiente para creerme. Hay que dar pruebas, detalles. Así que al terminar todo esto, el último papel doblado en cuatro con la penúltima-"casi limpia" y la última pasada, quedó enganchado entre mi jean y mi remera negra de los blues brothers.Yo me fui caminando contento del baño (estaba en el trabajo) porque no me vio ningún compañero de trabajo y no necesité lavarme las manos, y algo divino, algo celestial, algo mágico pasó; Dios se posó sobre mi hombro y provocó con un soplido de ángel que yo haga un atípico movimiento de "arreglar la remera" cuando no me constaba en absoluto que estuviese desarreglada. Es tan atípico ese movimiento que ni siquiera lo puedo describir muy bien. Pero lo cierto es que lo hice. Llevé las manos hacia atrás en forma circular estirando el borde de la remera, y al hacerlo sentí algo que no era de tela que me tocó el dedo índice derecho. Me doy vuelta pensando que quizás era una mariposa o algún superhéroe y veo caer en cámara lenta el susodicho papel doblado en cuatro, que levemente me recordó a ese jueguito con un papel doblado que hacíamos en la primaria que tenías que ir diciendo un numero, lo hacían abrirse y cerrarse según el número, después elegías un color de los que te quedaban visibles y te leían en futuro. Instintivamente quise correr. Pero me detuve temiendo que le hagan un ADN o algo así. O quizás con alguna aplicación pudiesen ubicar restos de alfajores que me delaten. Levanté el papel desde una de las puntas limpias y en un salto veloz entré de nuevo al baño (no recuerdo si les dije que ya estaba en el pasillo, ¡totalmente expuesto!) y lo tiré al tacho. Volví a salir, y me restituí al ritmo de caminata normal, con actitud de langa total, y aquí no ha pasado nada. Entonces no pude menos que imaginarme qué habría pasado si la gente de mi trabajo me hubiese visto caminar por ese único pasillo larguísimo de 70 metros que tenemos, en el que todos te ven pasar, con el papelito colgado en la cintura. Nadie no solo nunca más me habría dado la mano o saludado sino que tampoco habrían de confiar en mis diseños electrónicos que se empezarían a llamar a mis espaldas "diseños de mierda", por solo poner un ejemplo. Y al pensar en un inevitable cambio de trabajo, me imaginé a un futuro nuevo jefe llamando a mi empresa para pedir referencias y que le dijesen "una cagada de tipo". Todo mi mundo se habría desmoronado.
Pero no fue así. Conozco mucha gente que revisa las hornallas antes de salir, gente que cierra todas las ventanas, que chequea si todas las puertas del auto se cerraron, una por una, pero no conozco a nadie que se fija si le quedó un papel enganchado cuando terminó de cagar. ¡Ni una conozco! Y ahí lo tenés a tu amigo, iluminado por una fuerza todopoderosa que vino a salvarle la vida social, laboral, amorosa y de familia. Un Dios que todo lo puede. Una fuerza invisible que todo lo ve y lo cuida, que recompensa a los de buenas intenciones, y que vela por su bienestar, aunque se hayan mandado una cagada.