jueves, 23 de noviembre de 2006

Carta Abierta

(¿las cartas abiertas son las que los carteros espían?)

Señores Fabricantes de Camisas,

Me dirijo por este medio tan inusual como efectivo ya que cuando me dirigía Menotti, nunca salíamos campeones.
El motivo de la presente misiva es apelar a su misericordia. Muchas cosas malas pueden pasar si ignoran el pedido que en estas breves lineas les hago llegar en mi nombre y en el de muchos ciudadanos más de este mundo globalizado. Una de ellas es que vuelva la moda de las musculosas, y eso, sabemos, sería terrible.

El sencillo pedido que aquí les dejo, para no extenderme más, es centrar su atención en el pedacito de tela en el cual estampan el talle de la camisa y que han tenido la inigualable idea de coser allí donde el cuello se junta con los hombros de la prenda de vestir.
Ese pequeño e informativo cartelito que se yergue erecto sin decidirse entre ir hacia el lado del cuello o hacia abajo con la ayuda de la gravedad, generalmente termina negociando con ambos, estableciendo una antinatural pose a cuarenticinco grados, que sumada al hecho de estar confeccionado con una tela resistente como el roble y pinchuda como un erizo, hacen casi imposible la vestimenta de tan delicada prenda, sin tener que tocarse el cuello propio cada veinte segundos para aliviar el dolor y prevenir el raspon anterior al inevitable paspado.

Quiero invitarlos a que vistan sus propias camisas -contando con la seguridad y veracidad del dicho que reza que en casa de herrero cuchillo de palo y adivinando que se pasan los días en remera o en cueros- para que verifiquen que lo que les pido no es fruto de la exageración del confort sino de necesidades básicas del ser humano en esta tierra.

Los repentinos y espásticos movimientos que dicho centímetro cuadrado de tela producen suelen ser tomados por los demás como reacciones a un baño esquivo, a la presencia deshonrosa de piojos o pulgas o simpelmente a un tic incontrolable que convierte en poco agradable la compañía de quien tan elegantemente eligió una de sus camisas para vestirse ese día.

Si acaso alguien tuviese el mal tino de intentar cortarlo con una tijera, se encontraría ante la dificultad de cortarlo lo suficientemente al ras como para evitar que en lugar de un cartelito agresivo queden dos filosos restos del mismo, decididos a vengar la circunsición camisera. Y la tortura si no se duplica, se triplica.

Sin más que esperar una favorable reacción por parte de ustedes, se despide un servidor y ávido consumidor de tan fabulosa prenda, que supera con creces a esas tres que nos solían asignar cuando nos íbamos a Berlín.

Atte

Ramiro Paz.

5 comentarios:

absurda y efímera dijo...

¿podré robarte la misiva con copy & paste y reemplazar camisa por:
corpiño, remera, etc...?

gracias!

Dracula con Tacones dijo...

Y a las remeras cuando aparte le ponen instrucciones de lavado en la costura del costado... Son terrribles!!!

Excelente propuesta!!!

Yo te voto!

Carpe diem dijo...

Adhiero a la solicitud. Es peor aun cuando la corbata entorpece el rascado y todo se torna espantosamente agobiante.

C.

(Me gustó el chistecito con el Flaco, jé)

Anónimo dijo...

Por lo único que me gustan las marquitas en las remeras es porque puedo de vez en cuando dejar que me acomoden el cuello o acomodar la etiqueta de algún desprevenido que no se dió cuenta que la misma quedó por fuera de la remera que la contiene.

Ramiro dijo...

¿registramos un partido político y nos presentamos?