Pyme Ramirística

El que quiera invertir, me avisa. La patente yo ya la tengo.

Miles de veces uno anda por la calle muerto de calor. Y encima hay que caminar. Y cuando uno llega a destino, es simplemente la parada del 36. Y encima no llega nunca. Y cuando llega se va y no para. Y cuando viene el de atrás está llenísimo. Y mientras uno viaja apretado y apretando, va flaqueando. A la hora de bajar, uno es el modelo ideal para una propaganda de Coca Cola. No solamente moriría por una botella del líquido negro sino que también mataría por ella.
Uno se abalanza sobre el primer maxikiosko que vé, y paga lo que sea por 500 cm3 del preciado brebaje, cuanto más helado, mejor.
El FSSSSSSS es casi ignorado y las papilas gustativas se arrancan de la lengua para poder entrar en contacto finalmente con la salvación.
Listo.
Uno toma un sorbo. Ni siquiera uno largo. Un sorbito. Y listo. Ya no quiere más. Pero la tiene ahí y recuerda el coelctivo, la gente, el calor, el sudor, y toma. Y toma. Fundamentalmente porque ya la pagó y no hay lógica en el mundo que explique cómo después del primer sorbo uno ya no quiere más y solamente siente que se va hinchado de gas a cada mililitro que se inyecta a la fuerza.
Pero las grandes revoluciones comienzan cuando uno admite sus propias debilidades y sabe apoyarse en ellas para cambiar lo que parece impuesto.
Y a partir de hoy mismo, si solamente estuviese en mis manos, abriría una cadena de puestitos que se dedicasen a vender un monoproducto:

"Coca Cola de a Sorbos"

Y después me cuentan.