Todo comenzó con alguien que empezó a cantar. Como esos instintos que lo obligan a hacer cosas que uno no llegó a pensar. Empezó a cantar y le salió bien. Y su amigo o amiga que venía caminando al lado, escuchó con gusto y lo alentó. El otro sintió vergüenza pero rápidamente se convenció; es que también descubrió que disfrutaba cantando. Era una situación win-win, como dicen los yankies.
Entonces cuando al día siguiente se encontraron con unos amigos más, el amigo les contó del descubrimiento y la hinchada pidió a gritos lo que no se hizo esperar: un mini recital improvisado de canciones donde ese alguien empezó a cantar y todos sonreían y asentían festejando.
Luego la cosa se fue haciendo costumbre y un buen día saltó la barrera de lo espontáneo para armar un showcito en un pub del barrio. Con luces, con tragos y hasta con afiches publicitando el evento durante los días previos. El lugar se llenó y todos disfrutaron a más no poder.
Hasta aquí, todo bien. Disfruta el que canta, disfruta el que escucha. El mundo es un lugar feliz.
to be continued...
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