Pero un día llegó el Doctor. Manejando un Cuatrimotor. ¿Y saben lo que pasó? Noooooooo.
Que alguien que sintió la mínima comezón ambiciosa de querer tener más, pensó que no había razón para ser tan pero tan buenudo. Y que un talento así no merecía SOLAMENTE ser reconocido con el interminable afecto de los semejantes. Porque el afecto no es suficiente. Porque con el afecto no se compra harina. Porque afecto siempre se puede conseguir, pero quien tiene un don, tiene el derecho a explotarlo.
Entonces apareció el cartel lapidario: "Entrada, $3". O aquella etiqueta novedosa: "Torta de Fresas, $5,50". Y la sorpresa e inicial enojo de algunos que intentaron darle la espalda se vio apabullada por aquellos que decidieron casi instantáneamente que no había que mirar más allá de los propios hocicos y que para eso uno trabaja, para poder pagarse los gustos, y que mucho gusto tiene esa torta y la quiero para mí, y sin demoras y con mucha demanda, los tickets y las tortas -como otras muchas cosas de otros rubros que la imaginación les podrá completar- se esfumaban sin más...
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