viernes, 13 de marzo de 2009

El Perro de Pávlov, un Poroto

Salgo del auto. Cierro la puerta. Noto que mi pulgar empieza a moverse locamente como en una pulseada china. No entendí hasta que lo miré como preguntando "¿qué onda, gordito?". Ahí me di cuenta de que me faltaba un adminículo: la alarma del auto, que mi pulgar buscaba con desesperación para activarla. Claro que la alarma viene pegada a las llaves del auto; y claro que si estoy tan pero tan en las nubes, no solamente las dejé adentro del auto, sino que también dejé el auto en marcha, ¡y con la música prendida!
Menos mal que me salvó mi pulgar. Que me roben el auto, vaya y pase, pero perderme el disco de Medeski Martin & Wood sí que era imperdonable.

2 comentarios:

Fodor Lobson dijo...

chapa chapa chapa

(y pintura, cuack)

tornes dijo...

Por suerte, lo inmaterial no adquiere acostumbramiento. Sinó, cada vez que haga "minga-minga" con su pulgar, se activaría la alarma.