sábado, 14 de marzo de 2009

Un Vistazo Sobre la Mente de Ramiro

A veces vengo a postear algo que quiero decir. Algo que pienso que vale la pena poner en palabras para que alguien lo lea. Algo que puede ser divertido o interesante. O triste. Pero algo que quiero decir.
Otras veces vengo porque siento la necesidad de decirlo. Es decir, algo que DEBE ser dicho. Como si fuese importante. Generalmente no lo es. Como si hubiese que dejar testimonio de esa cosa. Como si algo me estuviese marcando que si no lo escribo, vaya uno a saber qué cosa terrible puede pasar.

Aquí va un ejemplo.

Durante muchos años tomé café. Sigo tomando. Pude ver como el agente Cooper disfrutaba de sus cafés negros como si fuesen sexo en una taza. Pero al tiempo que uno toma café, y a pesar de todas esas variantes que existen hoy en día, que apenas nos permiten saber cómo diablos se pide lo que nos gusta, al final de ese largo camino, todo sabe igual. Y uno cambia de marcas de café -hemos hablado aquí sobre ese tema-; invierte más plata en etiquetas premium, gold o whatever. Pero al cabo de unas cuántas tazas, el paladar te dice "seh, conozco".

Cuando ya estaba resignado a tomar un brebaje conocido y agotadas todas las ideas y estanterías alrededor, tuve una idea fantástica que me tiene entusiasmado y excitado, casi sin dormir. Simplemente le saqué una de las dos cucharaditas de azúcar a mi café.

No sé si estoy sin dormir por la excitación o por la cafeína, pero... ¿quién me quita lo bailado?

1 comentario:

tornes dijo...

No quiero asustarlo, Ramiro, pero una decisión tan drástica puede incidir en su futuro. El modificar el caudal de azúcar en su taza afecta la decantación de la borra del café y, por consiguiente, en su lectura. Consúltelo con su cafeomante de confianza.