domingo, 16 de agosto de 2009

El Israelí que se Come

El israelí, así como el hincha de san lorenzo es llamado cuervo, es conocido como "sabra". El Sabra (dicho correctamente en hebreo: "sabres") es un fruto que da... el cactus. Bueno, un tipo de cactus.
En castellano se llama TUNA, que en hebreo significa Atún, pero paremos acá.
Al israelí se lo llama así porque es "aspero y duro por fuera, pero dulce por dentro". Vamos a dejar las ironías y los juicios personales para más adelante y centremonos en el fruto: los chicos cuando son chicos (cuack) usan un palo de escoba con una lata vacía de arvejas clavada en la punta para "cosechar" el susodicho fruto de los cactus sin pincharse. Yo, sabiendo ese dato, un buen día paseaba con mi familia por los interminables rincones de este bendito y pequeño país, y me encontré con una manada de cactus repletos de tunas. No tenía palo ni lata pero sí una buena patada voladora que hizo saltar efectivamente uno de esos óvalos rojizos por el aire, ante el aplauso de mis hijos.
Confiado en lo que hacía lo levanté e inmediatamente tuve que soltarlo. Resulta que a pesar de su aspecto amigable, tiene unas espinas invisibles que cuando lo agarrás se te clavan como un imán por decenas.
Esa no me la habían dicho. Hay que limpiarlo. Me llené la mano de espinitas que si bien no dolían por el hecho de estar clavadas en sí, cada vez que tocaba algo, o bien mis dedos se rozaban entre sí, las puntitas sobresalientes de las espinas se movían a contrapelo, y ahí si que te hacen decir "ay". Sin signos de exclamación, pero sin poder evitarlo.
Me pasé el resto del paseo sacándome las espinas con los dientes y tratando (no siempre lo conseguí) de escupirlas. Algunas se clavaron en mi lengua, pero al estar siempre húmeda, a la larga se salieron y, supongo, me las tragué.

Años después -es decir, ayer- fui al mercado a comprar frutas y verduras. Me encontré con unos cajones de sabras limpitos de espinas, listos para ser comidos (bueno, hay que pelarlos, pero al menos no tenían las espinas!) y mi intriga de 12 años no pudo más: compré tres.
A la noche a la voz de ahura me le fui al humo a uno de ellos. Mis hijos miraban desconfiados, pero expectantes a la vez. Al igual que cuando pelás un mango, te enchastrás grossamente las manos. Pero vale la pena el premio. Finalmente la fruta era una cruza no muy exitosa de kiwi con pasiflora. Le faltaban kilos de azúcar. Pasó sin pena ni gloria por mi paladar y a otra cosa mariposa.
Ja. Las pelotas.
Resultó que el manoseo de pelarlo no le gustó a la muy puta y me clavé como mínimo 20 espinas, que hasta este momento, habiendo ya dormido a la noche y todo, todavía siento cada vez que tipeo la k. Ay.
Aparentemente eso de "limpiarlos para consumo popular" no es muy conocido en la ciudad de Tira.
Por suerte en el laburo tengo un super microscopio que va a delatar las casi invisibles agujitas (ay, parece que cuando tipeo la jota también duele) para que pueda sacarlas.
Y si mañana no hay post, ya saben por qué es.






PD: miren la foto que encontré, con la palanganita de sabras peladitos, para gente boluda como yo. ¡Hubiésen avisado!

3 comentarios:

tornes dijo...

Si mañana no hay post, nos quedaremos con la espina.

... dijo...

me mori de la espina!



por haber conocido el sentimiento...

Cachito dijo...

Y después de leer este interesantísimo post deduzco que a los argentinos que viven en Israel les dicen Salame.
¿Acerté?