martes, 18 de agosto de 2009

Van y Vienen

La tristeza que producen las despedidas en los aeropuertos está compensada por la felicidad que dan las escenas de reencuentros con abrazos y gritos. Mientras unos lloran, otros se alegran. Aunque uno no sea parte de la escena, emociona. Nenitos que corren a abrazar al papa que salió de viaje de negocios, o adolescentes que corren a buscar a sus abuelos, o amigos del alma que se abrazan como si fuese un gol de campeonato y la sonrisa se dibuja inmensa, saliendo de los límites de la cara.
Yo, que soy un romántico boludo, los veo y se me llenan los ojos de basuritas.
Creo que la próxima vez que tenga una o dos horitas al pedo ya sé a dónde voy a ir a pasar el rato.





4 comentarios:

tornes dijo...

Irse, llegar, son excusas para abrazarse. Y la gente aprovecha.

Anónimo dijo...

¿qué hay de cierto en que según la duración del abrazo la cantidad de afecto que se tenga? Soy Enri, el hijo de Sandra.

Josi dijo...

yo creo que cuanto más grandes las tetas de las mujeres, más largos hacemos durar los abrazos.

(Enri, espero que tengas edad suficiente para esta respuesta y que Sandra no me cague a palos por perversión de menores!)

Cachito dijo...

¿En Israel a las estaciones de trenes las llaman aeropuertos?
Mirá vos, que habían sido excéntricos los sabras, che...