Yo te adoro, cucaracha
Cuando bailas mi funk.
Yo te adoro, cucaracha
Cuando bailas...mi mambo!
En la cocina, en la alacena
En el costado de la chimenea
Bajo la ducha, en el ropero
Bajo la cama y en el lavadero
Yo te adoro cucaracha
Cuando bailas mi mambo
Donde vas, donde vas
Donde vas, donde vas
Donde vas, donde vas
Donde vas, donde vas
Donde vas...
Cuando los vecinos fumigan, vos tenés que fumigar. Es así. Si todavía no lo sabés, entonces seguro que te estás preguntando de dónde salen todas esas cucarachas y hormigas. ¡Son las exiliadas del cruel vecino que se rehusa a darles de comer y vienen a buscar asilo político a tu casa!
Entonces llamás al mismo fumigador que tu vecino y le tenés que pedir ración doble muerte ultra magnicidio; que alcance para las tuyas y las del puto del vecino desalmado.
Y ahí empieza el candombe. Antes que nada, te acordás de ese programa que viste una vez de reojo en el que una cámara oculta mostraba cómo los tipos entraban a fumigar, le pedían al dueño de casa que se retirase, se ponían un barbijo de cemento más o menos, y se iban a la pieza; cuando quedaban solos, metían mano a cuanto objeto de valor y joya encontraban. Como después te tenés que ir de tu casa por tres horas, para cuando descubrís que te falta el alhajero de la abuela, los tipos ya están a medio camino de Claromecó.
En mi caso yo siempre dejo un cartelito con una frase de mi viejo: "si encuentran algo de valor, avisen y vamos mita y mita". Tranka.
Digamos que pasaste el trance y no se llevaron tu colección de discos de Rainbow ni de Zeppelin. Ahora tu casa está libre de bichos y una caravana interminable se dirige a la casa del tercer vecino . Pobre hombre.
Vos estás tranquilo. Nadie se va a comer un bicho ni va a ser sorprendido por el feo ruidito que hacen las cucas al pisarlas.
Pero claro... ves la mesada, la azucarera ahí sobre el mármol, las cucharitas y los cuchillos de untar (sí, esos que se caen siempre) y pensás que fueron rociados por ese gamexane anti-todo que si lo mirás fijo te hace arder los ojos. Entonces... te da miedo. ¡Vamos, reconocelo! Te da cagazo tocar todo eso por miedo a terminar con un alfiler en la espalda en el museo de ciencias naturales. Todo puede estar envenenado. Y no tenés escapatoria: tenés que vender la casa. Ya fue.
Al final, era mejor tener un par de cucas bailando funk!
1 comentario:
Yo no dejaría entrar a Dark Vader a mi casa.
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