jueves, 15 de octubre de 2009

Un Saludo Para Marcelo

Cierta vez, en la época en que le daba duro a las dos ruedas, iba por las inmediaciones del estadio de fútbol del poderoso Hapoel cuando, siendo viernes al caer la tarde, una chica esperaba lo que podía ser el último colectivo del fin de semana sentada en el cordón de la vereda.

En ese momento no me llamó la atención el hecho de verla sobre el piso teniendo una decente parada de colectivos techada y con banquito a su disposición. Lo que me llamó la atención fue que tenía pollera. No, bueno, no es que fuese cortita. Era más bien larga, tipo hippie de esas que venden en los negocios con nombres Tailandeses o Indios. Onda lo que hace años se conocía como bambula. Vamos, quién no tuvo una camisa de bambula amarilla, que tire la primera campera con corderito.

Bueno, la chica. Estaba sentada en el cordón, con las patitas sobre el asfalto. Sí, llegaban a tocarlo, lo que la convertía en legal. Tampoco eso se dudaba; se veía que tenía unos veintipico.
Y el ángulo de doblez de las piernas, sumado al levantamiento de la pollera producido por las rodillas producía un túnel que iba directo a su entrepierna, protegida por una tanga blanca. A decir verdad, esto pasó hace tiempo y no recuerdo exactamente si era blanca, pero no hace mucho a la historia y quedaba feo no poner color. Digamos blanca, y sigamos adelante.

La actitud entre hippie y despreocupada de la chica no tenía nada que ver con, por ejemplo, las mujeres que cuando lucen un escote medio sueltito(?), que al agacharse se sostienen la remera en forma automática para no mostrar más de la cuenta. Y si son mozas en un restaurante, justamente lo único que quieren mostrarte es la cuenta.

Pero esta que te digo yo no era así. Entonces, como haciéndome el que estoy buscando una bicicletería o una fábrica de pastas, doy una vuelta en U y retorno sobre mis huellas para verificar lo que me pareció ver. Y efectivamente: ¡era un lindo gatito! Casi se podía ver el logo de Caro Cuore, mirá lo que te digo.
Después ya no dio para hacer otra vuelta porque venía el colectivo y me podía pisar.

Hasta acá, todo muy lindo.

Unos cuatro años más tarde recordaba ese momento -no voy a decirles cómo fue que me acordé- y me cayó la ficha: ¡estaba armado para ver los boludos que caen en la trampa! Seguro que el videito ese en el que un pajero da vueltas con la bici para ver una bombacha (puesta, hay que decirlo) es un éxito en youtube .

Pero bueno, veamos los resultados y respiremos tranquilos. El honor a salvo. Hasta hoy. Oops


3 comentarios:

Batista dijo...

Si fue en Israel buscalo en hebreo.

Fodor Lobson dijo...

jajajajajjajajajaa
heloooooowwwwwwwkittyyyy

Cachito dijo...

Y cuando llegaste a tu casa dejaste a bici y, lógicamente, te clavaste una pajita.
Loco, vos sí que te garchás a la que querés. Idolo. Grosso.