La Torta Infinita

Esto es como Aquiles y la tortuga pero de entrecasa.

Trajeron una torta al laburo. Riquísima. Cumplió años el hijo de una mina (cumplió 1 año, por eso el entusiasmo) y bueno... somos poquitos así que sacando a los gordos que hacen dieta y los flacos que no quieren engordar, quedamos unos pocos menos que sabemos disfrutar de la vida.

Hicimos una vuelta para cada uno, y quedó bastante para más tarde. Después del almuerzo le dimos una probadita más, y al día siguiente todavía dio para un desayuno estimulante.

Pero enseguida empezó a vislumbrarse el final; la oscuridad al comienzo del túnel. La torta (de mousse de chocolate bien espeso, por si alguien se interesa) se iba acabando y surgió el problema: quién lava el cuchillo.

Ya saben de la guerra que hubo por el tema de las tazas. Bueno, puede ser que no lo sepan y mejor que así quede. Pero sepan que el tema de la limpieza en una empresa chica que no tiene personal de limpieza fijo es todo un issue.

Se sabe que el último apaga la luz. Y también que el que come la última porción, lava el cuchillo. Y ese Tramontinosky miraba a cada comensal con cariño como diciendo "¿serás vos?".

Y ahí estaba la última porción, consistente en los 14 grados reglamentarios. Y cae uno y la convierte en dos porciones de 7 grados cada una. Viene otro y corta la mitad, dejando una muestra gratis de torta. Viene otro y se lleva puesta casi te diría que una feta de torta. Todo para no ser el último.

La historia siguió durante horas y horas, y cada uno que venía, sin exagerar, se llevaba una molécula o dos de torta. Todo por no lavar el cuchillo, y todo por la gula incontrolable por tan delicioso manjar.

¿Cómo terminó la historia? ¿Se animan a adivinar?
Los ayudo: vino una comitiva del Circo de Moscú, el domador se comió el último pedacito, y el tragasables se manducó el cuchillo sin dudarlo. Los dos quedaron pipones. Y todos felices comieron perdices.