Vos vivís a 30 metros de un cruce de barrera. Supongamos.
Cada una cierta cantidad de minutos que puede variar entre 10 y 30, pasa un tren. Se baja la barrera y empiezan a titilar las luces rojas y suena una campana en forma parecida a esto: TIN TIN TIN TIN TIN TIN TIN TIN.
Eso dura más o menos 40 segundos hasta que el tren pasó y se alejó por la vía, chucuchú. ¿Sí?
Y te quejás. Cuándo no. Claro que te quejás. Y tu departamento vale menos por el ruido de la campanita. Es más, los deptos que están al costado de la vía pero no están cerca de la barrera, valen más que el tuyo porque tienen ruido de tren pero al menos no tienen el de la campanita. Y los que viven cerca de la estación, al menos tienen buen transporte.
En síntesis, te sentís un pobre desdichado. Un boludazo.
Pero aquí vengo yo, para hacerte sentir un poquito mejor. ¿Cómo se logra eso? En este mundo cruel a veces te sentís mejor cuando ves a alguien más infeliz que vos y decís "uh, y encima yo me quejo, mirá a este pobre hombre".
Bueno, ahora pensá en el conductor de la locomotora de ese tren, que en forma constante e ininterrumpida está pasando desde que empieza a trabajar hasta que termina, por todos los cruces de barrera habidos y por haber, y que en todos ellos suena el famoso TIN TIN TIN TIN TIN TIN TIN TIN.
El tipo lo escucha 10 horas por día en función continuada.
Ahora decime si ese TIN TIN TIN que vos escuchás no te suena como una sinfonía de Beethoven.
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