domingo, 1 de enero de 2012

Rezar

Quiero escribir algo parcial sobre lo que pienso sobre las religiones. Vos, Barba, no leas, porque si lo lees, onda que después no me vas a tomar en serio. Es como un paréntesis que abro para pensar algunas cositas y nada más. Tamo?

Por hoy no voy a generalizar (ese va a ser otro post) sino que voy a explayarme sobre algo que muchas veces hiciste, y también yo, y casi seguro muchas personas que habitan este mundo.
Rezar.
Pero no me refiero a los rezos organizados por la curia ni por el templo de Paso. Tampoco de los que figuran en el C0ran ni los del Pastor Jimenez. Me refiero a cuando tenés un puto examen de Algebra III o de Teoría de la Ciencia de la Teologización Griega(?). También aplica a si tenés que jugar la semi-final del torneo de paddle de la municipalidad de Lomas de Zamora o si te presentás a una entrevista de trabajo o a "Cocinando por un sueño". Ustedes sabrán hacer los paralelismos en cada situación, pero no me digan que nunca rezaron una plegaria improvisada y canchera ante una situación personal como esa.
No estamos hablando de rezar para que los heridos del Tsunami salgan con vida o para que se cure Kristina de su Cáncer de Tiroides. Estamos hablando de un ruego divino ante una necesidad personal, bien egoísta.

Lo que pasa en ese caso es que apelamos a un ser superior. Inclusive superior a ese profesor del orto que te tiene entre ceja y ceja y te va a tomar un oral sobre Historia del Imperio Mongol. Alguien que no sabemos donde vive pero nos dijeron que escucha todo simultáneamente, entiende todos los idiomas, y puede resolver cualquier cosa, incluyendo un córner olímpico, sin transpirar. El Barba. Cada religión lo llamará como quiera. Todos tienen un Barba.

Y qué pasa cuando rezamos? Le decimos: Barba, yo estudié. Vos viste que estudié. Viste que no salí el domingo con ese solcito divino que había, no fui tampoco a la cancha a ver a La Fragata, me quedé dormido de tanto leer a la noche dando una imagen re tierna y conmovedora. No me digas que no lo viste porque yo sé que sos omnipresente. Lo viste Barba. Yo sé que lo viste. Y no te estoy pidiendo un milagro. Si no hubiese estudiado necesitaría uno. Pero en este caso no es un milagro. Solamente te pido una mano. Dame una mano para aprobar este examen. Me rompí el lomo estudiando y tengo que pasar. No podría tener la fuerza de voluntad para tener que empezar a estudiar de nuevo las batallas de Ghengis Khan. No otra vez. Dame una mano Barba. Es más, ¿sabés qué? si apruebo, te prometo que pinto el comedor, que hace bocha que mi vieja me viene pidiendo. Algo hago. Te prometo que algo hago.

Entonces llega el gran día. Y vas a enfrentarlo. ¿Sirvió de algo rezar? No te lo preguntás. El "no" ya lo tenés. Mal no puede hacer, a no ser que hayas sido un flor de hijo de puta y el Barba piense -no me digas que no te pasó nunca- que lo buscás solo para cuando estás en la mala, pero que nunca lo llamás para agradecerle esa puesta de sol preciosa en Cesarea. Aunque el Barba no es rencoroso y sabés que si es divino, de ahí la palabra, entonces tiene que hacer honor al dicho y perdonar.
Y te sentás en el banco de la facultad, escribís lo que sabés y lo que no, también. Entregás la hoja y no estás seguro de haber pasado. Tenés la sensación de haberlo hecho bien, pero te comés los muñones esperando el resultado. Pasa media hora y te llaman: te toca el oral. Te ametrallan y te transpiran las manos. Y contestás. Hay una que no la sabías, pero seguís. Y termina el examen: seis. Aprobaste.
Felicidad, saltás, corrés y hacés un saltito de maradona en Medrano y Lavalle. Y no te olvidás del Barba y le das un gracias grande como la terminal de colectivos 36.

Ahora viene el analisis que hago. Y es sin frasquito.
El Barba pudo haberte ayudado. De hecho, te lo digo yo, lo hizo. No, no te poseyó como el demonio en una película de terror ni te movió la mano para que escribas las respuestas correctas. El Barba con su sola existencia (lo iba a poner entre comillas pero ahí seguro se calentaba) te dio la paz que necesitabas para encarar el evento. Mejor dicho... con tu creencia en su existencia. Depositaste en él esa ayudita extra. Te sentiste acompañado por alguien realmente grosso. Confiaste en que tenías un machete divino allá arriba, y con eso lograste... ir tranquilo. Lograste sacarte de encima toda esa mierda autosaboteante que tenés a veces, que te hace poner una respuesta equivocada cuando sabías la correcta, que te hace bloquearte y pensar mal, que te hace dudar cuando en realidad la pregunta es fácil y contestás mal pensando que es una pregunta con trampa. Eso hizo el Barba. Eso es la religión, queridos amigos: es la posibilidad que tenemos los creyentes de depositar una esperanza en algo que va más allá del bien y del mal. Algo que nadie nos pues quitar ni con todas las armas del mundo, un rayito de luz que solo nosotros podemos ver y usar para poder simplemente... sacar lo mejor que llevamos adentro. No... el Barba no te hace ser más sabio ni hace milagros en el aula o en el area chica. El Barba solamente te permitió relajarte para poder hacer lo que mejor sabés hacer, de la mejor manera que lo podés hacer.
Y eso pasa si verdaderamente creés en que existe alguien que está por encima del Diego, de Zeppelin, de Einstein y de Google.
Es una cuestión de fe. Si no... no funca.


6 comentarios:

Cynthia y Miguel dijo...

Como jugar al loto!

tornes dijo...

Una especie de Amuleto Emocional...

Gusty dijo...

Dios es como la anemia.
Es cuestión de fe.

Anónimo dijo...

El barba es ese. y lo hago mio. Gracias Joe.
JL

Shakespeare dijo...

Si no crees, fuiste. Y Dios está siempre.

Cachito dijo...

Salame, una vez más, estás confundido:

1) Barbas jugaba de ocho y D10s, como su nombre lo indica, de diez. Luego, aclarate, o le rezás a D10s o le rezás a Barbas.

2) Por el ejemplo que usaste del exámen en la facultad vos confundís rezo con sicopateo. Si dios existe y, como dicen, tiene superpoderes, ante tamaño intento de sicopateo te hace cagar. Posta.

3) Si yo fuera creyente rezaría para que dejes de ser tan gil.