martes, 1 de julio de 2014

TEC - 4

Hacía un calor de aquellos. Elizabeth se moría de ganas de ir a la playa. Esa era su única prioridad. Aunque no era del todo cierto. Por un lado quería estar doradita para gustarle a los chicos. Por otro, quería conquistar un chico de una vez por todas. Odiaba estar sola los veranos. La sensualidad de la bikini, las piletas, el mar, subirse a caballito de su chico. Quería esas imágenes en la memoria. Por eso había quedado con Silvina y sus dos primos para ir juntas a la playa. Podía matar dos pájaros de un tiro.
La boluda de Silvina no la llamaba para darle la dirección exacta de la playa en la que se tenían que encontrar. Y se estaba haciendo tarde. Llegar a la playa después de las 3 era perderse el sol efectivo.
Llega un mensajito de Silvina con la dirección: "Playa Banana Beach". Nombre boludo para una playa, pensó Elizabeth.
Enseguida se subió a su ciclomotor y prendió el Waze. Banana Beach. Espero que no se me ría en la cara, pensó. Todo sea por el primo que, según le había dicho Silvina, era gracioso, tenía un buen trabajo, y era lindo (guiño guiño). Waze tiró dos opciones. No solo no era ridículo sino que existían dos playas con el mismo nombre: una en Tel Aviv y una cerquita, en Nahariya. Según el GPS, en 23 minutos estaba. Arrancó, previo enganche del teléfono en el cosito de plástico sobre el manubrio del ciclomotor. Odiaba ir con la malla puesta pero para ganar tiempo esta vez lo estaba haciendo. Y sabía por qué lo odiaba y lo empezaba a vivenciar: la bikini se le metía un poco en el culo cuando andaba en ciclomotor y le molestaba.
18 minutos según Waze. El sol estaba todavía fuerte. Esperaba que el primo de Silvina también, porque si no, se las iba a pagar.
Mientras esperaba en un semáforo, Waze hizo el ruidito de pifie, de cuando te equivocás de camino y recalcula. Sin protestar y sin nada que agregar te dice que camino necesitás para retomar la ruta elegida. Qué macanudo. Pero Elizabeth no había doblado ni nada. No se había equivocado. No entendía por qué Waze recalculaba la ruta de repente. Ahora decía que fuese para la izquierda. Elizabeth, con tal de ganar unos minutos más de playa, le hizo caso. Dobló a la izquierda cuando estaba completamente segura de que la playa quedaba para la derecha. Hizo 400 metros perdiendo la paciencia, y con la bikini metida completamente en el culo, transpirado por el asiento de simil cuerina del ciclomotor, vio con sorpresa que Waze le decía que el tiempo estimado a destino era de una hora y media! Imposible! Frenó en un semáforo, apagó y prendió. Le dio un minuto que valía doble para que vuelva a calcular, y volvió a tirar la ruta de más de una hora. Consultó la ruta y le mostraba una que llegaba a la Banana Beach de Tel Aviv. No no no! La de Nahariya! La de Nahariya, teléfono del orto! Volvió a hacer la búsqueda mientras puteaba en los tres idiomas que dominaba a al perfección. Waze acusó recibo del insulto y apuntó nuevamente para Nahariya. Elizabeth enfiló para el mar, y a los 300 metros el turirú le indicó nuevamente más de una hora de viaje hasta Tel Aviv. Frenó el ciclomotor, sacó el celular del cosito de plástico y lo estrelló contra el asfalto. ¡La concha de tu hermana, vos y tel aviv! El celular se hizo trizas... y mientras Elizabeth arrancaba, pisando con la rueda trasera los restos de lo que alguna vez fue, dio la sensación que se escuchaba "usted ha llegado a su destino". Pero quizás fue solo su imaginación.


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