jueves, 9 de julio de 2015

Cuerdas que se Acuerdan

Estoy seguro de que si mirás para atrás, te va a encontrar con varios momentos de tu vida en los que tomaste una decisión o dos que cambiaron por completo el curso de tu vida. No estamos hablando de topper o adidas. Porque una u otra te habrían llevado de todas maneras al recreo del colegio. Estamos hablando de mirar ese momento en el que decidiste, por ejemplo, estudiar psicología y no medicina, y hoy, muchos años después, mirás y te es casi imposible imaginar qué sería de vos hoy, en un quirófano siendo médico.

Yo tuve también momentos de esos. Bastantes, a decir verdad. El primero, creo fue el día en que, gracias a un profesor de hitoria terrorista(?), decidí estudiar electrónica y no computación en la secundaria. Y hoy encuentro mi vida rodeado de resistores y chips. El día en que mirando el mar del puerto de Tel Aviv se me escribió en el horizonte nocturno y negro del Mediterráneo la frase "voy a escribir un libro". Y ya nada volvió a ser lo mismo.

Hoy, 9 de julio, hace dos años, agarré la guitarra de Dylan (no, no la de Bob; la de mi hijo :P) y empecé a boludear un poco. De repente me di cuenta de que, a diferencia de otras veces en mi pasado, que esta vez tenía paciencia para aprender a tocar un instrumento. Será que los años no vienen solos(?). O que cuando uno está más solo, no le pesan los años, o que cuando uno tiene años, quiere tocar solos... no se, fijate(?)

El primer tema que toqué fue Lola de los Kinks. 3 acordes. Pero pará.. te adelanto el final del post: ¡sigo siendo un queso eh! No creas que termina mostrando como toco a lo Steve Vai. No. Ni siquiera a lo Ciro Pertusi(?). Pero lo que sí: me cambió la vida. Fue un cruce que de no haber elegido seguir por ese camino, hoy mi vida sería algo completamente diferente.

No hay día que no toque la guitarra. Un ratito. Una canción. La que sea. Mía o de otros. Conocida o no tanto. Y la sensación de poder sacar como fruto de mis muñones manitos algo que suena similar al original, y cantar (finalmente en la vida perdí -totalmente- la vergüenza de cantar) produce un nivel de adrenalina que ninguna droga puede causar (¡me contaron eh!). Esa excitación de sentir el poder en algo tan primitivo y básico como sacudir las manos contra 6 hilos de metal! Es magia. Magia pura.

Yo hice todo al revés: empecé por la eléctrica y con púa, después tomé algunas pocas clases, luego descubrí la guitarra acústica y tuve mi primera Fender, y hasta me di el lujo de fogonear en el cumpleaños de unas amigas. Momento cumbre!

Hoy por hoy, cuando miro o escucho un tema de esos que ya pasaron 400 veces por mis oídos, los escucho de manera completamente diferente. Escucho las guitarras con otra percepción. Y por sobre todas las cosas, valoro tremendamente cosas que, al no saber tocar ningún instrumento, pensaba que eran así nomás. Hoy me doy cuenta de que por más mala que sea una banda, para tocar como tocan, hay que sentar el culo meses y meses practicando con muchísima fuerza de voluntad y deseo. Y eso no es poco. Eso habla mucho de una persona. De su perseverancia. De su fuerza de voluntad.
Cuando vos ves a un rockerito pelilargo, sucio y desaliñado que toca un solo de guitarra, ahora podés imaginarte que en vez de estar todo el día frente a la Wii, el chabón se peló literalmente los dedos para sacar ese solo así como lo toca.

Y ahora, lo que se viene: armar una banda. Ah si no.. bueno... claro... no se si me van a dejar tocar mucho la viola ahí, porque hay gente que se avivó antes que yo de empezar a tocar y me dejan así de chiquitito.... pero sin ese día en el que rasgueé ese LA feo y sucio de los Kinks, hoy no estaría por ir a ensayar a la sala de Hod Hasharon a la noche con la banda.



2 comentarios:

Zorro Viejo dijo...

Un aplauso para el violero!

guillermo dijo...

Yo toco la bateria, si queres hacemos un grupo llamado "Los Cuervos" (?)