martes, 18 de octubre de 2016

Madres y Padres

Se cumplieron ayer 3 años de la muerte de mi vieja. No voy a escribir un post sentimental de charla privada con mi vieja como la gente que lo hace en facebook porque eso, en mi modesta opinión, no debería ser público. Vine a decir otra cosa.
Yo que ya no tengo, veo a la gente interactuar con los padres y me resulta raro. Tienen situaciones que yo ya no tengo. Y por lo que se ve, el que no tiene padres, zafa: "mi mamá no sabe como hacer tal cosa en el telefono"; "mi papá me hincha con que se quiere comprar un ipod y yo le digo que para qué"; "si no como el guiso de pollo se enoja". Y lo que no se escucha es eso que aparece cuando los padres se mueren. Esa cosa positiva llena de amor y afecto, de costumbres lindas disfrutadas que se recuerdan cuando ya no están. No escucho a nadie decir "que lindo que es ver a mi madre jugar con mis hijos"; "ver un partido con mi viejo es lo más lindo del mundo"; "extraño a mis viejos, invitémolos a comer".
Somos así, parece. Solo cuando lo perdemos, lo queremos. Como el tema de Cinderella.
Y bueno, mi viejo se perdió casi todo. Mi vieja se pierde un casamiento y a Los Cangallos. Y yo la llevo bien. Acostumbrado. Pero no dejo de mirar de reojo, como cuando tenía las flecha y espiaba si los que tenían Adidas corrían más rápido o se quedaban sentados como unos boludos en un costado.


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