jueves, 4 de enero de 2007

Hilda

Mucho de lo que nos rodea hoy en día y desde hace varios años (¿20?) se centra casi exclusivamente en la imagen. Y cuando no lo hace, tampoco la descuida.
Cantantes, actores, ¡y hasta escritores! tienen una estética cuidada y acorde a los estándares de belleza que reinan en el mundo.
Eso trae como consecuencia que cuando una cantante nos gusta a nivel musical, casi misteriosamente también tengamos ganas de darle para que tenga, por decirlo de manera delicada.
Es como un instinto, pero no lo es. Es en realidad la consecuencia de un trabajo de producción cuidadoso que logra que la música -así como algunas comidas- te entre por los ojos.
También algunos discos tienen buen arte de tapa y por eso son buenos, algunas comidas que te cobran fortunas en un restaurante y en realidad no llenan ni a un nene de 3 años pero tienen la presencia de los manjares imperiales, etc.

Semejante preámbulo que debía ser solamente un renglón, era para escribir sobre Hilda Lizarazu.
Es que desde hace muchos años que Hilda me parece una persona especial. No solamente su voz es un tesoro que el mundo entero debería declarar como intransferible y cuidarlo como lo que se merece, sino que tiene un angel, un halo. Es algo así como una presencia divina.
Quien la ha visto en vivo muchas veces y hasta ha tenido la suerte de charlar un ratito con ella puede certificar que sus gestos, su forma de hablar, sus ojitos, sus manos, hablan un idioma diferente.
La diferencia que justamente la pone por encima de nosotros, los terrícolas, es que -casi mágicamente- Hilda logra que nos deshagamos de ese sentimiento confuso e irrefrenable de desearla sexualmente. Y no porque sea fea. ¡Para eso está Aretha Franklin! Hilda ES linda. Me atrevería a decir que es hermosa. Pero tiene esa cualidad de la hermosura intocable.

Bueno, basta. Evidentemente es un fenómeno que me ocurre solamente a mí. Y no por eso lo valoro menos. Al revés. Agradezco que en un mundo regido por placeres dirigidos y manipulados uno pueda tener a veces un sentimiento de adoración puro e intachable.

Hilda Lizarazu anda por ahí con sus alitas y su aureola, rondando mi vida desde hace veinte años aproximadamente. Y espero que siga por siempre.

3 comentarios:

¿...? dijo...

Dichoso usted...

Unknown dijo...

No sos el único, es muy ciertamente cierto lo que decís.

Cuni dijo...

Es muy bella, coincido y además creo que impuso un estilo.