Cuando una persona vive cerca de la barrera del tren, escucha la campanita del paso a nivel cada vez que se acerca uno. Si tiene suerte, los trenes andan para el demonio y no suenan muy seguido; pero si no, cada diez o quince minutos escucha el característico sonido.
Luego de eso se relaja nuevamente.
Como hacía Einstein en su explicación de la Teoría de la Relatividad: ahora subámonos al tren y situémonos en la cabina del conductor.
El señor se la pasa todo el día cruzando barreras, sólo que en sentido longitudinal. Entonces... ya se lo imaginan: no hay momento del santo día en el que el pobre no esté escuchando un TAN TAN TAN TAN TAN TAN TAN.
Es casi esperable que termine TAN saturado que quede sordo a los pocos meses.
Y si el pobre mártir tiene suerte, puede que una campana no funcione, en cuyo caso escuchará en lugar del tañido algo así como IIIIHHHHH CRHSHHH RHHSSHRHAAAAAHH!!!!!!
Triste destino el de quien no tiene para escuchar más que malas o peores.
5 comentarios:
¡que trabajo insalubre, ché! la mente debe anular ese sonido y pasarlo a un segundo plano para proteger la cordura, y cuando el tipo termina su turno y se va a la casa debe pensar ¡qué paz! Es como el ronroneo de un aire acondicionado, que no lo notás pero está ahí, molestando, y cuando se detiene sentís un gran alivio.
La otra es ponerse algodon en los oídos. ¿Qué?
qué tren qué tren, qué tren qué tren, qué tren, qué tren, qué tren qué tren...
A casi todo se acostumbra uno. "Ab asuetis, non fit passio.
Un fortísimo abrazo.
fodor: o como en mi casa de la infancia, si milagrosamente se apagaba la tele, mi madre decía "Qué paz!"
ary: dos hisopos queda más ferroviario. Mas tecno.
Absurda: cuidado con el camiooohhp!
caminante: y a hablar en latín también? (bienvenido)
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