Claro, todos explican fácil pero rapidito. "todo se reduce a..." Pero lo que se reduce es el entendimiento.
Entonces tenemos la sartén. Tenemos aceite. Pero como no se fríe mucho en casa, la sartén estaba un poco polvorienta. Entonces hice lo que tenía que hacer y tomé la sartén por el mango. Y la enjuagué.
La sacudo un poco para que se escurra.
Los que me conocen bien saben que yo puedo lavar los platos más grasosos del mundo y no voy a fruncir el piquito. Pero no me pidan que seque una cucharita. Secar secan los blandos. El agua se sabe ir sola si le dan tiempo. Porque el agua es gamba. No como la grasa que es malísima.
Entonces tenemos la sartén por el mango, un poco mojadita, pero limpia.
La ponemos en la hornalla, le tiramos una generosa cantidad de aceite, y prendemos el fueguito.
Se empezó a calentar el asunto y me di cuenta de que no era tan generosa la cantidad de aceite ya que empezó a llevarse a las patadas con un restito de agua que había quedado en el fondo.
No es que no me haya dado cuenta de antemano. Tengo qu econfesar que vi el poquito de agua. Pero dije: no me van a quedar aguachentas las milanesas porque el aceite ni a palos se va a diluir con esa chusma acuosa.
Y así fue. Solo que el aceite en la sartén es como la hinchada de Chacarita jugando de local: cuando se calienta se pone como loca.
Y empezaron los fuegos artificiales. Al agua empezo a estallar en salpicaduras voladoras para todos lados. ¡PAH PAH PAH! Pero yo sin perder la calma, porque pensé que todas esa química tenía que servir para algo: o se iba a terminar evaporando, o iba a salir despedida. Pero no. Más bien despedida de soltero parecía eso. Un kilombo. Hasta hoy sigo encontrando manchas de aceite por todo el vecindario del bardo que se armó. Cuando el aceite se dio cuenta de la tenacidad del H2O, entró a usar armas de destrucción masiva no convencionales y encendióse en una llamarada cual zarza ardiente en el desierto de Moisés, porque ésta que te digo yo, tampoco se apagaba. Y tengo que confesar que en ese momento perdí un poco el temple de acero y no sabía si pensar en alguna solución o si buscar la ventana adecuada para saltar a la colchoneta de los bomberos.
Encima de todo, tanta educación y tanta química que cuando uno ve fuego piensa instantáneamente en una de estas dos cosas: la cupé de renault, o tirarle agua. La primera opción no aparecía como viable y la segunda se ofrecía gentil como un pelo del diablo a ser el broche de oro para la fiesta de La Parca.
Pero alguien se apoderó de mí y logró que mi mano se acercase a la perilla del gas girándola -oh milagro- en el sentido correcto. No me pregunten cuál es porque todavía no lo sé. Pero lo hice. Ramiro lo hizo.
Una vez más, le podemos cantar a la fea de mortaja y guadaña: calentitos los panchos, calentitos los panchos, qué le vamo'a'cer.
5 comentarios:
Dios! Cómo se le ocurre hacer eso! Le confieso que antes de ayer me tenté, iba a dejar secar la olla al fuego y despuès tirarle el aceite, pero fue como si al mismo tiempo me transportara años atrás y escuchara a mi madre decir: así te vas a quemar!!!!!!!!!!
Por eso a mí siempre me sirvió ponerme autoritario en la cocina: -¡Freí, Dora!
Una vez más el ingeniero químico sale al servicio de la comunidad.
Los aceites y grasas tienen puntos de ebullición muy superiores al del agua. Eso significa que al fuego permanecen en estado líquido a más de 100°C.
Además, por ser orgánicos, son combustibles, es decir pueden prenderse fuego.
El error está en pensar que el agua puede apagar ese fuego. Bueno, sí puede, pero en cantidades enormes. Pero si usted apenas le echa un vasito de agua a la sartén, esa agua al entrar en contacto con el aceite a 120 o 130 grados, se evapora inmediatamente y de forma violenta, tal y como le gusta a la parca.
P.D. zarZa, estimado, zarza
graziaz Fodor! Corregido :)
ese era yo
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