miércoles, 17 de septiembre de 2008

El Misterio del Ruidito - Parte 5

Ramiro no esperó ninguna respuesta ni dio lugar a cuestionamientos. Ordenó a Paka: poné la oreja por ahí -señalando a la derecha-. Paka obedeció casi con miedo mientras decía por lo bajo "mirá que yo lo escucho de la izquierda eh". 
Ramiro quiso llorar. No cabía duda que Paka había estropeado sus oidos escuchando tanto Pink Floyd en el walkman a todo volumen. Pero fue ahí cuando Fernando, como quien no quiere la cosa, -y de verdad que no la quería- dijo "yo también lo escucho de tu lado".
Ramiro bramó "¡no puede ser!".
Qué sí, boludo, viene de tu lado.
Ramiro, que hace mucho no escuchaba a alguien llamarlo boludo reaccionó velozmente.
A ver, tapensé el oido izquierdo, ahora.
Los dos obedecieron con miedo, especialmente porque de la nada Ramiro había sacado una llave inglesa de tamaño casi pornográfico y les apuntaba al entrecejo.
"Ahora no escucho nada", dijo Paka despacito. "Yo tampoco" agregó Fernando con voz de nena.
Ramiro quedó sorprendido. Les había dicho que se tapasen el izquierdo para obligarlos (entre comillas) a escuchar el ruido del lado derecho, como correspondía.
Entonces inmediatamente se tapó su propio oido derecho. Y el efecto se repitió: el ruido dejó de escucharse.
"Paka, cuando vos te tapás el oido izquierdo no lo escuchás más y cuando yo me tapo el derecho no lo escucho más. ¡¿te das cuenta de lo que eso significa?". Fernando desde atrás arriesgó que se debía a los aritos colgantes que llevaba Paka en su lóbulo. Ramiro no lo escuchó (seguía con el oido derecho tapado) y gritó eufórico: "¡Significa que el ruido está en el medio de nosotros!"
La sensación de euforia fue tal que estuvo a punto de gritar una guarangada, pero sus ojos convertidos en dos láseres ya se habían lanzado a la búsqueda de la linea limítrofe que separaba los dos asientos, y la respuesta no tardó en venir:
En el techo, justo encima del espejito retrovisor, y al lado de las dos lucecitas de cortesía, había un moderno compartimiento para guardar anteojos de sol. Ramiro siempre conservaba allí un par de repuesto porque solía olvidarse los suyos en el trabajo y el sol solía salir siempre esos días. Lo abrió como si fuese la puerta del séptimo cielo e inmediatamente se empezó a escuchar en el estéreo la música del paraíso: "cada domingo renace la esperanza, cada domingo es una multitud" y mientras Paka y Fernando se abrazaban y besaban esquivando el respaldo del asiento, Ramiro tiraba por la ventanilla lo más lejos posible esos viejos y fieles Ray Ban de diez lucas. El ruido había desaparecido por siempre, la felicidad tenía una nueva definición en el diccionario. El amor había triunfado una vez más (bueno, al menos para Fernando y Paka).
De lo que Ramiro no se había percatado era que los anteojos habían ido a parar a la carucha de un policía motorizado que esperaba en el semáforo de la misma bocacalle.
Mientras Ramiro pisaba el acelerador, el cana iba en su búsqueda encendiendo su sirenita.
Pero esa... esa es otra historia....

FIN



7 comentarios:

Fodor Lobson dijo...

excelente remate, estimado!!!

trye story? por la foto se diría que sí.

pero ahora quiero saber qué pasó con el cana...

Anónimo dijo...

verdad palabra por palabra.

(bueno, por ahí le di un poco de palo extra a Paka y Fernando, es que me la dejaron picando en el punto del penal, con el arquero en el piso!)

Euge! dijo...

pero proq los tiraste???

tornes dijo...

Conozco los sillones que lo hacen, sé de otros aparatos (que no conozco), pero es la primera vez que escucho hablar de anteojos vibradores...

Anónimo dijo...

Gracias a los que tuvieron paciencia de seguir la historia.
Inclusive a aquellos que leyeron renglón por medio :S

Carpe diem dijo...

Uf, qué alivio, hasta yo ya estaba escuchando el ruidito maldito (esas cosas me desquician). Para la identificación absoluta, véase el chiste de Quino en donde el padre de Mafalda se obsesiona con el misterioso “tiqui-tiqui” que escucha en su auto.

Meche dijo...

Yo había imaginado una abeja asesina atrapada, ergo enojada, que saldría al ataque en cuanto la descubrieran.
Menos mal que eran los anteojos.
Coincido en que es la primera vez que escucho hablar de lentes con vibrador, pero bueh, hay gente para todo.
De todos modos, no merecían ser revoleados. O será que uso anteojos permanentemente y me volví empática con ellos, no sé.