sábado, 25 de abril de 2009

Haz el Bien Sin Mirar a Quien

En algunos lugares públicos como la cola del supermercado, donde uno no está disfrutando a lo loco mientras espera, a veces aparece un nene. No un bebé. Un nene de unos 2 años. Simpaticón, lindo, mofletudo. Pero qué... a veces tiene padres malos que no lo comprenden en su deseo ferviente de comprar esa crema de afeitar que tiene un envase tan llamativo.

Los padres no se molestan en explicarle que no es un producto no adecuado para su edad porque creen que no lo van a entender. Así subestiman a sus hijos y después se preguntan por qué tienen que ir al psicólogo cuando tienen 18 años. Entonces el nene, que no es ningún tonto, dice "ok, te di la oportunidad de ser racional y me respondiste con un 'no, porque no', así que si querés ser irracional, ahí vamos". Y se pone a llorar. Como un condenado. Bueno, los condenados en general no lloran. Pero los nenitos sí.

Y como el llanto no es de verdad sino forzado como señal de protesta, es un llanto penetrante que lastima oidos como nunca. Fastidia, enerva. Y uno encima no tiene escapatoria porque si se cambia de cola no solamente tiene que esperar más tiempo sino que es seguro que vendrá otro nene justo detrás nuestro y llorará porque quiere esa garrafa de gas para plomero que vio en la góndola de plomería.

Entonces, al igual que uno desarrolla instintivamente la adrenalina cuando tiene miedo a un perro, el perro la olfatea y se siente atraído, generándose una bola de nieve imparable que termina con nosotros corriendo desesperados al grito de San Roque San Roque Que ese Perro No me Mire ni me Toqueeeeeeee, cuando vemos a ese nene que nos rompe los kinotos de manera intolerable, el cuerpo se defiende con la mirada tranquilizadora.

¿En qué consiste? Es una mirada que tiene un poder especial, apoyado por el hecho de ser desconocidos, que en cuanto se posa directamente sobre los ojitos tiernos (en general) pero ahora diabólicos del nenito gritón, lo calma. No se sabe muy bien si lo calma o lo hipnotiza. O quizá lo amenaza. Algunos sostienen que contiene unas ondas de rayos gamma poderosísimas que alteran el proceso digestivo del infante inhibiendo la generación de saliva e impidiendo así el grito sostenido.

Lo cierto es que con una mirada fulminante directa a las pupilas, los nenes se callan. Y si no, siempre se puede ir a buscar la garrafa de gas y pegársela en la cabeza.

6 comentarios:

Fodor Lobson dijo...

Apoyo la moción de la garrafa de gas en la cabeza

tornes dijo...

La última alternativa no es aconsejable, la garrafa puede abollarse y habría que pagarla.

Carpe diem dijo...

Sabrás disculpar, Ramiro, no sólo que no pase por tu blog tan seguido como antes sino además que cuando lo hago, como ahora, me detenga en un detalle, pero soy así, qué le vamo' a hacer?
El verbo que quisiste escribir es ENERVAR, sin hache, es de la familia de “nervio”. Quizás se te ‘mezcloteó’ con el verbo enhebrar.
Sin otro particular, y adhiero a que al infante hay que aquietarlo con una mirada asesino-fulminante, saluda atentamente.
Carpe diem

Anónimo dijo...

Carpe es el speller amigable. Nada de lineas rojas debajo de las palabras! Te lo dice con onda y respeto! :)

Lo que pasa es que pensé que venía de hacer hervir a alguien, como el famoso "me hirrrrrve la cabeza" de Palmiro Caballasca.

todos los días se aprende algo. Especialmente con Carpe cerca! Gracias:)

tornes dijo...

Que raro que esta palabra "enervar" tenga dos acepciones tan disímiles (RAE): debilitar, quitar las fuerzas / poner nervioso.

Meche dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=nojWJ6-XmeQ

(Perdón, no pude evitarlo)