sábado, 18 de mayo de 2013

Tenis, Cine, y la Vida Misma

A veces todo lo que ves a tu alrededor te parece ridículo. Y vine a sentarme a escribir esto como consecuencia de varias cosas que en el transcurso del texto aparecerán. Aunque hasta que llegué al teclado, algunos nuevos pensamientos me hicieron ver las cosas de una manera diferente, así que tranquilícense que nadie va a salir herido.

A mí me quedó lejos el Di Tella, el Malba, el Rojas. Todo eso me quedó lejos y con todo lo que eso implica. Sin dudas hubiese frecuentado eso y a mucha gente de ahí. Pero bueno... el mundo y la vida me llevaron por caminos geográficos muy distantes. Sin embargo, las lineas rojas de Touch o los 6 grados de separación de Kevin Bacon hacen que la naturaleza enderece.

En determinado momento de tu vida vos decidiste que los programas de cocina o la receta de la salsa tártara levemente modificada con un poco de puerro y menos pimienta rusa era algo que TENIAS que probar, y si se puede convidar a tus amigos. E investigaste aún más y te compraste ese libro en Unicenter, y fuiste hasta la Calle Colombres a una especiería que traen el coco de Bulgaria para ver si podés encontrar el punto justo en tu nueva aventura: el fuliers de pultri alla fatrueas. Y transpirás de emoción.

Al lado tuyo puede haber alguien que no puede dormir la siesta cuando su equipo está por salir a jugar el superclásico. Los nervios. La excitación.

Anoche me di cuenta de que nunca vi un partido de tenis de Nadal ni tampoco de Federer. Para alguien que se ha devorado Copas Davis con conocimiento vasto de jugadores como Bjon Borg, Ille Nastase, Mc Enroe, y llegando hasta Checo-Yankie Ivan Lendl, puede sonar algo raro. De hecho, me miraron raro cuando lo dije.

En determinado momento de tu vida, el abanico lo vas cerrando, cerniendo, sobre algunas pocas cosas. Y esas cosas, ese abanico de ángulo más agudo va dejando gente sin sombra y sin vientitofresco de tu compañía. Y así tiene que ser.
No podés seguir siendo la enciclopedia Sapiens. No.

Por suerte, hay recursos. El libro Las 1001 películas que deberías ver antes de morir un poco me asusta, porque no creo tener tiempo de verlas todas. Pero religiosamente (bueno, padre, sepa perdonar mis pecados, porque mis cálculos iniciales de uno por noche y terminar en 1001 días va a tener que ajustarse un poco mucho, reality bites) voy cavando y ahondando. Leyendo y llenándome de datos más precisos. Vos con Murray, yo con Buñuel.

Algunos consideran que no pueden dejar de probar un parapente. Otros dicen que si no viste El discreto encanto de la Burguesía, no entendés nada.
Y aunque por momentos pensás que tenés razón, y que el parapente intenta llenar el vacío de sus días, enseguida (dependiendo de si sos más o menos inteligente/tolerante/lector de ARP) te das cuenta de que no. Las indescifrables variables de esta vida hacen que en cada cruce de rutas uno vaya por aquí y otro por allá. Y a pesar de haber coincidido en ese beso quinceañero lleno de pasión aquel junio en Lomas de Zamora a mediados de los 80, hoy, tantos años después, te encontrás con que a vos te importa un soberano pito el origen de la mitología griega que, por su camino natural terminó por influir en lo que hoy en día es el calentamiento global. Y a ella, que te juró amor eterno y moría por vos y cada palabra que sacabas de tu boca, no le mueve un pelo ese libro sobre las cinco generaciones de familias chinas y sus avatares a lo largo de tantos y tan cambiantes años en ese fascinante país.

Y es así. Tenés que guardar tu fusil. No podés erigirte en el dueño de la verdad. Tenés que tragar saliva y cerrar un poquito más el abanico. Van quedando menos, quizás en una versión diferente (más intelectual y menos afectiva en este caso de la famosa "microbaldosa" del pensador GB.

Concentrate en lo tuyo. Relajá las riendas del mundo. Ajustá las tuyas y mirá para adelante. Ahí está la verdad. La tuya. No la única que existe, pero sí la única que importa.

Gracias. En nombre de todos.

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