martes, 1 de octubre de 2019

Dios Existe

Es en estos hechos en los que confirmo que Dios existe.
A esta altura puedo decir con seguridad que todos van a entender de lo que hablo, porque quién más quién menos, todos vamos a cagar cada tanto.Cuando uno se limpia, si bien es cierto que conozco gente que hace bollitos de papel higiénico y se limpia como si tuviese una ramo de rosas en la mano, en general lo que todos hacemos es sacar una tira de unos 40 cm de papel, la doblamos por la mitad y llevando la mano hábil por detrás de nuestra espalda, realizamos un movimiento ascendente desde el centro del culo hacia la zona de la espalda, ejerciendo cierta presión con el dedo del medio -generalmente- que también puede incluir algún tipo de revoltillo previo a la subida si es que notamos que el enchastre es importante. La operación se puede repetir dos o más veces (no conozco a nadie que lo haga una sola vez y esté completamente seguro de que se limpió bien), tomando la precaución de mirar lo que uno saca, con varios objetivos: el primero es ver si hay gusanitos, costumbre que nos quedó de la infancia. El segundo es ver si ya está quedando limpio o hay que seguir dándole un poco. Y el tercero es morbo puro. Hay quienes huelen, pero no voy a dar nombres porque me pidieron discreción. Una vez que uno vé que ya quedó limpio, se sube los pantalones o lo que tenga, tira la cadena, desodorante de ambiente, prende algún que otro fósforo en caso de hecatombe, se lava las manos si hay algún compañero de trabajo mirando y se va. Pero hay casos en los que en una de las pasadas de papel, al mirar, no queda "del todo" limpio, entonces uno, que no anda ahorrando en chiquiteces, dice "má sí, limpio otra pasada más!", dobla el papel al medio, y repite el movimiento ascendente ya descripto. La diferencia es que en esta vez, uno ya tiene la seguridad de que va a estar limpio. Si hasta bien podría no haber hecho esa última pasada porque ya estaba "casi" limpio y a veces, se sabe, si uno exagera en las pasadas, termina paspándose y ahí nomás entra el hipoglós y bueno... pero ese es otro tema. No nos desviemos. Entonces, esa última pasada, cuando llega hasta el final de la zona de raya, no hace falta mirarlo, y simplemente uno abre los dedos y lo deja caer en el inodoro.Y aquí aparece Dios. Porque el peligro tremendo de este movimiento es que a veces, dependiendo del tipo de ropa que tenemos puesta, el papel queda enganchado en algún doblez del pantalón, o en el cinturón aflojado que forma involuntarios rulos, o en la camisa abuchonada en la cintura. Y al pararse, el papel se queda con uno, a suerte y verdad y sin que nos demos cuenta, lo llevamos en la espalda como esos cartelitos de "pegue aquí" de los años 70 cuando el bullying no se hacía con un celular.Hete aquí que el otro día pasé por todo este proceso que me vi en obligación de detallarles aquí, porque de otra forma sería irresponsable y hasta ingenuo de mi parte pensar en que con decirles "Dios existe" les sea suficiente para creerme. Hay que dar pruebas, detalles. Así que al terminar todo esto, el último papel doblado en cuatro con la penúltima-"casi limpia" y la última pasada, quedó enganchado entre mi jean y mi remera negra de los blues brothers.Yo me fui caminando contento del baño (estaba en el trabajo) porque no me vio ningún compañero de trabajo y no necesité lavarme las manos, y algo divino, algo celestial, algo mágico pasó; Dios se posó sobre mi hombro y provocó con un soplido de ángel que yo haga un atípico movimiento de "arreglar la remera" cuando no me constaba en absoluto que estuviese desarreglada. Es tan atípico ese movimiento que ni siquiera lo puedo describir muy bien. Pero lo cierto es que lo hice. Llevé las manos hacia atrás en forma circular estirando el borde de la remera, y al hacerlo sentí algo que no era de tela que me tocó el dedo índice derecho. Me doy vuelta pensando que quizás era una mariposa o algún superhéroe y veo caer en cámara lenta el susodicho papel doblado en cuatro, que levemente me recordó a ese jueguito con un papel doblado que hacíamos en la primaria que tenías que ir diciendo un numero, lo hacían abrirse y cerrarse según el número, después elegías un color de los que te quedaban visibles y te leían en futuro. Instintivamente quise correr. Pero me detuve temiendo que le hagan un ADN o algo así. O quizás con alguna aplicación pudiesen ubicar restos de alfajores que me delaten. Levanté el papel desde una de las puntas limpias y en un salto veloz entré de nuevo al baño (no recuerdo si les dije que ya estaba en el pasillo, ¡totalmente expuesto!) y lo tiré al tacho. Volví a salir, y me restituí al ritmo de caminata normal, con actitud de langa total, y aquí no ha pasado nada. Entonces no pude menos que imaginarme qué habría pasado si la gente de mi trabajo me hubiese visto caminar por ese único pasillo larguísimo de 70 metros que tenemos, en el que todos te ven pasar, con el papelito colgado en la cintura. Nadie no solo nunca más me habría dado la mano o saludado sino que tampoco habrían de confiar en mis diseños electrónicos que se empezarían a llamar a mis espaldas "diseños de mierda", por solo poner un ejemplo. Y al pensar en un inevitable cambio de trabajo, me imaginé a un futuro nuevo jefe llamando a mi empresa para pedir referencias y que le dijesen "una cagada de tipo". Todo mi mundo se habría desmoronado.
Pero no fue así. Conozco mucha gente que revisa las hornallas antes de salir, gente que cierra todas las ventanas, que chequea si todas las puertas del auto se cerraron, una por una, pero no conozco a nadie que se fija si le quedó un papel enganchado cuando terminó de cagar. ¡Ni una conozco! Y ahí lo tenés a tu amigo, iluminado por una fuerza todopoderosa que vino a salvarle la vida social, laboral, amorosa y de familia. Un Dios que todo lo puede. Una fuerza invisible que todo lo ve y lo cuida, que recompensa a los de buenas intenciones, y que vela por su bienestar, aunque se hayan mandado una cagada.


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