martes, 22 de agosto de 2006

El Uno

Hay un juego de dados minimalista que se llama "el uno". Explico brevemente para el que nunca fue a veranear a Mar del Plata: se usa un solo dado. Al comienzo del turno se va lanzando el dado sucesivamente y sumando los puntos obtenidos hasta que:
a) uno se planta y se anota la totalidad alcanzada en ese turno
b) sale el "uno", resetea y pierde todo por angurriento.
Entonces empieza el turno del otro y así hasta que uno llega a 100.

Parece fácil, pero la trampa está en que la probabilida de salir del 1 es de 1 a 6, y nunca avisa con anterioridad. No hay habilidad posible en este juego de dados donde cada lanzada es un salto al abismo.
Supongamos que venimos sumando: 1, 4, 10, 13, 17, 23 (nos vamos entusiasmando), 29, 33, 37... y cae el malvado punto en el centro. Perdimos los 37 puntos y a pasar el cubilete al siguiente jugador. Es casi seguro que el próximo turno seremos un poco más cautelosos y preferiremos sumar de a menos, pero seguro. Y si analizamos esa nueva estrategia conservadora, es bastante ridícula, porque -si bien es cierto que la probabilidad que salgan dos cincos seguidos es mucho más baja a la que salga un cinco y "cualquier otro, incluido el uno"- uno nunca puede disponer de ese tan anhelado sexto sentido para predecir cuando viene el indeseable uno.
Entonces llega nuestro turno y empezamos: 3, 6, 8, 12 (y pensamos: llego a 15 y me planto), tiramos el dado y viene... -adivinaron- el uno.
La furia.
Bronca con uno mismo por ponerse límites artificiales (¡el 15!) en vez de jugar inteligentemente (!) y quedarse con el 12.
En el turno siguiente estamos seguros de haber aprendido la lección y tiramos: 3, 5, ¡ME PLANTO! Y anotamos cinco miserables puntos, como sabiendo que el uno nos viene acorralando y que si salió en el 37 ante, luego en el 12, ahora es seguro que va a cerrar el cerco antes de los 10.
Creo que ahora que no estamos jugando for real nos damos cuenta de la idiotez de creer que un dado puede ser más malvado que un humano, ¿no?
¿Acaso existe alguien con la mente más retorcida que nosotros, que pensamos que un dado nos quiere perjudicar? Es ilógico. Irracional.
Todos sabemos en el fondo, que la culpa la tiene el habernos olvidado la pata de conejo en casa.

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