Después de esto y de esto, Ramiro pensó que la tercera era la vencida. Pero tenía esperanzas de encontrar a esa tercera a los 80 años, lustro más, lustro menos.
Y no. Ni una cosa ni la otra. No tardó tanto (¡no tardó nada!) ni fue la vencida. Prueba suficiente de estar él mismo escribiendo estas líneas.
Ramiro se dispone a desencadenar la bicicleta del estacionamiento del edificio en donde suele dormir (la bicicleta, no Ramiro) y la sorpresa: el timbre de Mickey Mouse ha sido violentado. Estaba el mecanismo pero no así la tapita con el famoso ratón. Cuando uno accionaba la palanquita, los metalitos giraban dale que dale sin tener nadie a quien golpetear para generar el trrrriiiiiinnnnn característico. Ramiro se rasca la cabeza pensando si la última vez que anduvo se cayó como para que el ratón se hubiese vuelto inalámbrico; revisó sus rodillas buscando alguna frutillita, pero nada.
La cosa quedó ahí, a lo sumo fantaseando con algún fanático que Pixar que odia a los de Disney y le pegó un palazo al timbre.
Esto se pone largo y todavía no asoma La Parca.
Ramiro monta su bicicleta y enfila hacia lo de unos amigos. Una subida lo exige. Respira con dificultad. Pasa un cambio, dos. Más no hay y aún cuesta. Llega a la cima. Sigue andando. Le toca ir por avenidas muy transitadas. Llega a destino, unos 4 ó 5 Km después.
Encadena la bici a un caño y la rueda delantera se sacude un poco. Un poco mucho. Ramiro se agacha. La rodilla dice presente y Ramiro ahoga un quejido porque lo que ve es más importante: las dos manecillas (Ramiro desconoce el término correcto e imporovisa mientras piensa) que sujetan la horquilla delantera al eje de la rueda, no están. A diferencia de las viejas tuercas, el rodado de Ramiro tenía dos manijitas cancheras que, con facilidad y sin otra herramienta que la mano, podían ser abiertas para liberar a la rueda de su inseparable compañero, el eje. Pero alguien encontró a esas manijitas más que simpáticas en el estacionamiento del edificio y se las llevó. Y la horquilla no estaba ligada a la rueda más que por la infaltable -aunque insuficiente- ley de gravedad. Y Ramiro pedaleaba y pedaleaba sin saber que de haber pasado por algún pozo, o haber hecho un mini-willy para subir algún cordón, la rueda habría sido liberada de sus históricas ataduras y se habría ido -Ramiro- aparatosamente contra el pavimento, y en el mejor de los casos solamente se habría golpeado, y en el peor, habría sido pisoteado por algún Renault 12 taxista.
Sus amigos no dan crédito de los 5 Km recorridos en esas condiciones. Uno de ellos, ingeniero mecánico, se entusiasma explicando lo milagroso de su llegada y se opone con grandes justificaciones técnicas a que Ramiro vuelva a su casa montando ese saboteado rodado.
Entonces Ramiro mientras recobra el aliento robado por el estupor -y un tanto por la pedaleada, para qué negarlo- se da vuelta como escuchando un sonido que en realidad no se oyó, y la ve de nuevo de espaldas, en retirada, como las otras dos veces, arrastrando su guadaña y sacando con ella algunas chispas del pavimento, blanca e impecable, y con ciertas dudas de poder cumplir con su cometido -¿encargado por quién?, piensa Ramiro- y no parece decir hasta luego pero tampoco promete un adiós.
Ramiro suspira sin fuerzas. Necesita una limonada urgente.
11 comentarios:
Este cuento me da muuucho miedo....que final...
No entiendo la pregunta:
"¿encargado por quién?" que piensa Ramiro.
(tal vez no tenga que leer cuentos a las 8:30 am)
uh, los de Pixar son más peligrosos de lo que podíamos imaginar!
Ese timbre y esas manijitas no salieron solas! Alguien estuvo encargando a la Parca que se lleve a Ramiro.
Ramiro, a Morir.
Parece que nuestras bicicletas nos quieren más de lo que suponemos Ramiro! y hacen lo imposible por que lleguemos a destino...
Saludos! ( todavía estás ahí no?)
Oooooooooleeeeeee
Oooooooooleeeeeee
Oooooooooleeeeeee
Lero-lero!
En fin, mofate un poco de la esquelética, al menos mientras puedas (total ella no se ofende porque sabe que siempre gana). Y cuidate, che!
C.
Pd: Me quedé pensando que aquello de “la tercera es la vencida, te lo juro por mi vida” resulta un tanto paradójico en este caso. Curioso.
Parecido pero diferente...
Hace bastante tiempo a mí me pasó lo mismo con mi bicicleta (Dios la tenga en su santo taller) pero la muy turra se partió en dos y yo en varios pedazos más.
Estaba en plena avenida y me di vuelta para ver qué coche era el que me pasaba por arriba, pero no.
Y a un costado veo a la Parca, que se iba pero cagándose de la risa del golpe que me di.
No te acerques a la luz... no te acerques a la luz!!!
Otra vez te persigue la Parca huesuda y blanquesina?
Ramiro que volveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
beso
ey, ¿qué pasó con nuestro ABC de cada día? Ramiro, no te habrás subido otra vez a esa bici a punto de desarmarse, no?
OLEEEEEEEE
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