jueves, 26 de diciembre de 2019

Decisiones

Cuando uno es ingeniero hace las cuentas. Calcula todo. Hay dos componentes que se conectan mediante una resistencia, una tensión y una corriente máxima y ahí sale el valor de la resistencia que necesitás conectar. Y cuando esa persona tiene que tomar la decisión de comprarse zapatillas o tirar un poco más con las que tiene, no hay cuenta que valga y uno queda a merced de los inobjetables e imprecisos designios de su propia mente. Y uno mira azorado la fragilidad de las decisiones del ser humano cuando éstas dependen de cosas que no son medibles ni calculables sino solamente de instintos, impulsos y otras variables cuestionables y no-científicas. Yo, ya desde cuando era purrete y vivía de desencuentro amoroso en desencuentro amoroso, pasando por corazones rotos y amores no correspondidos, ya desde entonces hablaba de una "matemática del amor", que anhelaba inventar, en la que uno ingresaba todos los datos y daba la respuesta de si dos personas estaban hechas el uno para el otro o si  si uno estaba enamorado o no de la otra persona. Hasta ese punto llegaba mi confusión a veces.
Y uno anda por la vida tomando decisiones que en definitiva marcan quienes somos en este mundo. Porque por más que podamos arrepentirnos y vender ese auto que compramos o volver al barrio que nos vio nacer porque la Gran Ciudad no nos gustó, no vamos a poder torcer la historia. Decisiones son Decisiones. Volver "atrás" no va a ser lo mismo que si no lo hubiésemos hecho. No, no. Seremos esa persona que fue, y se arrepintió. Y distinto hubiese sido el camino de quien no lo hace directamente y se queda en su barrio natal o no se compra ese auto. Son caminos que se separan teóricamente y corren por mundos paralelos: uno, el que existe, el que vivimos, y el otro, el imaginario, el del what if en el que uno puede depositar todas sus fantasías porque, total, nadie puede probarnos ya a esta altura qué habría pasado de haber hecho lo que no hicimos. Y así andamos por la vida, con esa enorme responsabilidad de hacernos cargo de lo incalculable. De lo inconmensurable, de lo que nos permite ser amos y señores sin que nadie, pero nadie, pueda decirnos "eso no es así". Porque decisiones son decisiones y nadie podrá probar en ningún tribunal que nos equivocamos en algún cruce de caminos. Nadie es lo suficientemente poderoso para poder mostrar en forma inequívoca que de haber estudiado medicina, habríamos sido reconocidos cirujanos o, por el contrario, nos habrían quitado la licencia a los dos años de ejercer por mala praxis. Somos poderosos. Todos los días, cientos de veces en cada pequeño acto, torcemos miles de mundos paralelos para donde se nos antoja, para donde nos place, para donde nuestro incorregible instinto nos lleva. Y ahí vamos. Invencibles e inmunes a toda tecnología, todavía.

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