Y lo mismo ocurría en otro lado, a la misma hora, con el mismo espírtu y casi el mismo final: una tarde de otoño una mujer de mediana edad estaba aburrida y cocinó una torta. La dio de probar y gustó. Se hizo la fama y nunca más se echó a dormir. Le gustaba que todos estuviesen esperando cualquier festejo para encargarla de los postres y ella llevarse aplausos y piropos a montones. Todos se rendían ante sus tortas. Y cada día probaba otras cosas, todas con éxitos que se iban superando, apoyadas en la experiencia de los éxitos anteriores, y construyendo un camino que parecía ser infinito. El infinito camino hacia el paraíso.
En ocasiones los amigos le compraban los ingredientes para que a ella no le costase de su bolsillo, porque ya era una cosa de todos los días y no era como para estar abusando. Ella sentía cierto pudor porque lo hacía de corazón, pero algo de cierto había en ello y finalmente se rindió aceptándolos.
Y así el mundo iba de bien en mejor.
2 comentarios:
"Charly wants more", diría Norma Aleandro si fuera la madre de Andrea del Boca y no debieran cien veces.
"Meche wants more" digo :)
Te diré que acabo de hacer una torta que si la mirás es bastante fea, pero está de puta madre.
Buena semana Ramiro.
Vamos en camino de armar un "torta-concert"
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